En el paranoico y tenso tablero de ajedrez que fue la Guerra Fría, la CIA y la KGB estaban em una carrera armamentista no solo de misiles y bombas, sino también de ingenio y espionaje. Cualquier ventaja, por pequeña o extraña que fuera, era explorada. y en la década de 1960, la CIA tuvo una de las ideas más bizarras de su historia: el "Proyecto Gatito Acústico" (Project Acoustic Kitty).
El plan, que suena sacado de la película de espías de serie B, era exactamente lo que su nombre sugiere: convertir a gatos domésticos en dispositivos de escucha de alta tecnología.
La cirugía del espía felino
La lógica detrás de la idea era, en cierto modo, brillante. ¿Quién sospecharía de un gato callejero merodeando cerca de un banco en el parque o fuera de una embajada? Los gatos son discretos, ignorados por la mayoría y capaces de acceder a lugares donde un humano no podría.
El directorado de ciencia y tecnología de la CIA invirtió años y, según informes, cerca de 20 millones de dólares en el proyecto. El procedimiento era complejo y digno de una novela de Frankenstein:
- A un gato se le implantaba quirúrgicamente un micrófono en el canal auditivo.
- Un pequeño transmisor de radio se colocaba en la base de su cráneo.
- Una batería diminuta se insertaba en su cavidad torácica.
- Una delgada antena de alambre se tejía a lo largo de su pelaje, desde el lomo hasta la cola, para que fuera prácticamente invisible.
El objetivo era que el gato, una vez "equipado", fuera liberado cerca de objetivos soviético. Se sentaría inocentemente mientras los oficiales hablaban, y todo el audio sería transmitido a agentes de la CIA cercanos.
El pequeño problema: son los gatos
Los científicos e ingenieros lograron con éxito la parte técnica. El dispositivo funcionaba. Sin embargo, pasaron por alto un factor fundamental e incontrolable: la naturaleza felina.
Los gatos son notoriamente independientes y difíciles de entrenar. A diferencia de los perro, no tienen un deseo innato de complacer a una figura de autoridad. El principal problema del proyecto no fue la tecnología, sino lograr que el gato fuera a donde se le necesitaba.
Según reporte, el gato se distraía con facilidad. Si temía hambre, buscaba comida. Si sentía curiosidad, se iba a explorar. Si quería un siesta al sol, la tomaba. Entrenarlo para que se sentara específicamente al lado de dos personas que mantenían una conversación secreta resultó ser una tarea casi imposible.
La primera y última misión
Después de años de desarrollo, finalmente llegó al día de la primera prueba de campo. El equipo llevó a su primer agente felino a un parque en Washington D.C. El objetivo era espiar a dos hombre sentados en una banca.
Liberaron al gato del vehículo de vigilancia. El animal. en lugar de caminar tranquilamente hacia el objetivo como había practicado, corrió inmediatamente hacia la calle... donde fue atropellado por un taxi.
El "agente" de 20 millones de dólares quedó fuera de servicio antes de poder transmitir una sola palabra.
El fin de una idea "Garrafal"
Poco después de este desastroso debut, en 1967, la CIA canceló el proyecto gatito acústico. En un memorado desclasificado años después, se concluyó que, si bien el concepto científico era factible, el programa no era práctico para las "necesidades" altamente especializadas" de la agencia. En otras palabras, se dieron cuenta de que no se puede confiar en un gato para salvar al mundo libre.
La historia del proyecto gatito acústico es un recordatorio fascinante y cómico de hasta qué punto puede llegar a la paranoia en tiempos de conflicto y de que, a veces, ni toda la tecnología del mundo puede doblegar el simple y terco espíritu de un animal.
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