sábado, 26 de julio de 2025

La guerra que Australia perdió... contra aves gigantes

 ¿Qué te viene a la mente cuando piensas en una guerra? Seguramente soldados, trincheras, tácticas complejas y armamento pesado. Ahora, ¿Qué pensarías si te dijera que una nación moderna, con un ejército formal, le declaró la guerra a una población de aves... y perdió?

No es una broma. Es la historia de la Gran guerra Emú de 1932.

EL campo de batalla: Australia Occidental 

Después de la primera guerra mundial, el gobierno australiano incentivó a sus veteranos a convertirse en granjeros en las tierras, a menudo marginales, de Australia Occidental. Todo iba relativamente bien hasta que un nuevo enemigo, uno que no usaba uniforme ni portaba rifles, comenzó a amenazar sus cosechas: una horda de aproximadamente 20,000 emúes.

Estas aves gigantes, en su ruta migratoria anual, descubrieron que los campos de trigo recién cultivados eran un buffet libre espectacular. Para los granjeros, que ya luchaban contra la Gran depresión, este era la ruina. Desesperados, solicitaron ayuda al gobierno.

El plan "infalible"

La solución del ministro de defensa, sir George Pearce, fue, por decirlo decirlo suavemente, poco convencional. En lugar de enviar recursos agrícolas, envió al ejército. Sí, has leído bien. Se desplegó un pequeño contingente militar bajo el mando del Mayor G.P.W. Meredith de la Real Artillería Australiana. ¿Su armamento? Dos ametralladoras Lewis y 10,000 rondas de munición.

El objetivo era siempre: aniquilar a los emúes y proteger las granjas. La prensa local se unió a la expedición, esperando documentar una victoria rápida y contundente del ingenio humano sobre la naturaleza.

El comienzo del caos 

La primera batalla fue un presagio de lo que vendría. Los soldados localizaron a una bandada de unos 50 emúes. Se prepararon, apuntando y abrieron fuego. El resultado fue un desastre cómico.

Los emúes, en lugar de caer como se esperaba, se dividiendo en pequeño grupos y corrieron en todas direcciones, haciendo casi imposible acertarles. Eran increíblemente rápidos y resistentes. Al final del primer día, se habían gastado cientos de balas para abatir apenas a una docena de aves.

El Mayor Meredith quedó desconcertado. en sus informes, llegó a comparar la astucia táctica de los emúes con la de los guerreros zulúes, señalando cómo cada bandada parecía tener un líder que vigilaba mientras los demás causaban estragos. "Si tuviéramos un división de soldados con la resistencia a las balas de estas aves", comentó, "podríamos enfrentar a cualquier ejército del mundo".

La humillación final

Los intentos posteriores no fueron mejores. En una ocasión, montaron una de las ametralladoras en un camión para perseguir a las aves a toda velocidad. La idea fracasó estrepitosamente: el terreno era tan irregular que el artillero no podía apuntar, y los emúes, simplemente, eran más rápidos y ágiles que el vehículo.

Tras casi un mes de campaña, la operación fue un fracaso rotundo y una vergüenza nacional. Con casi 10,000 balas gastadas, el recuento oficial fue de  986 emúes abatidos, lo que significa que se necesitaron unas 10 balas por cada ave. La prensa, que al principio apoyaba la "guerra", ahora se burlaba abiertamente del ejército.

El parlamento australiano debatió el tema y un político señaló irónicamente que los emúes eran los únicos que habían salido condecorado de esta guerra. El Mayor Meredith y sus hombres se retiraron humillados.

La lección

Al final, el gobierno recurrió a una solución mucho más simple y efectiva: un sistema de recompensas (bounties) para los cazadores civiles, que logró controlar la población de emúes de manera mucho más eficiente que el ejército.

La Gran Guerra Emú sigue siendo hoy una de las anécdotas más extrañas y divertidas de la historia militar. Una lección inolvidable sobre cómo la naturaleza, con su caos y su increíble capacidad de adaptación, puede burlarse de los planes mejor trazados del ser humano.

Así que la próxima vez que subestimes a un animal, recuerda que un ejército entero fue derrotado por una pandilla de aves altas y de aspecto torpe.


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